sábado, 9 de agosto de 2014

Goa, India insólita

Destinos tropicales hay cientos, pero en Goa, situado en el país más enigmático de Asia, las cosas tienen el gusto y el ritmo portugués, una exótica mezcla que se ve en el rostro de sus gentes, en su cocina y en sus paisajes de película.

En los años 70 hippies europeos y americanos peregrinaban hasta las playas vírgenes de Goa para vivir del amor libre y de los generosos cocoteros que crecen a orillas del Mar de Arabia. Con un poco de hierba y mucha voluntad, eso era suficiente para sobrevivir mientras escapaban de los problemas en casa. De los hippies ya no queda apenas rastro y con el tiempo algunas partes de la costa de este Estado, uno de los más pequeños y menos poblados de la India, se han convertido en destino de turistas procedentes del norte de Europa que ya no huyen sino de las gélidas temperaturas de Moscú, Manchester o Estocolmo.




 

Estos buscadores de grados centígrados solo pueden verse en el norte de Goa, alrededor de los resorts de todo incluido de Sinquerim Beach. Fuera de esta zona aún se puede vivir una aventura tropical en la que la estética portuguesa se mezcla con la exuberancia de los dioses hinduistas y los rituales musulmanes, todo ello inmerso en un escenario donde el verde y el azul turquesa se van combinando según hacia dónde se mire.
Si ya conoces la India, sabrás que todo en este potente país (algunos lo llaman subcontinente...) es un caos, especialmente las ciudades. Por eso, lo que más llama la atención cuando uno entra en Goa es el orden que impera a simple vista; las carreteras correctamente asfaltadas; las casas casi sin desconchones...

Probablemente la presencia de los colonos portugueses hasta 1961 tenga algo que ver con todo esto. Las consecuencias de 500 años de colonización lusa se puede ver en la nomenclatura de las calles, en la gastronomía y en la arquitectura de ciudades como Panjim (o Panaji), la actual capital, y especialmente en la Vieja Goa (Old Goa), la ciudad desde la que se apuntalaron los principios sobre los que se asentó la carrera colonial portuguesa: el lucrativo comercio de especias y la imposición de la religión católica.






Solo la peste logró reducir a ruinas a la Vieja Goa, que llegó a tener 200.000 habitantes, más que la propia Lisboa o Londres, y que fue conocida como la Roma del Este por la cantidad de imponentes iglesias barrocas que levantaron allí órdenes poderosas como la de los Jesuitas. La Vieja Goa está, con razón, en la lista de lugares Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO. De la gloria pasada apenas solo quedan las imponentes iglesias y la puerta del Virrey, entrada a la ciudad desde el embarcadero del río Mandovi, coronada por la silueta del gran conquistador portugués, Vasco da Gama. La peste obligó a abandonar la ciudad en el siglo XVII. Desde entonces por aquí solo se acercan turistas y peregrinos devotos del misionero navarro San Francisco Javier, cuyo cuerpo incorrupto se puede adorar u observar, según te dé, en la Basílica del Buen Jesús, la más popular de la ciudad fantasma. Cada 10 años, el 3 de diciembre, se celebra en esta ruina una procesión entre la Basílica y la Catedral en la que se portan los restos del jesuita para solaz de miles de peregrinos procedentes de toda la India. Si te gustan este tipo de eventos, debes saber que la próxima cita será en 2014. 





2013 Fuente: dtlux.com

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