martes, 8 de julio de 2014

Impresiones de la India

Impresiones de la India: Un Paseo por Goa

Catherine Rendón

Cuando llegamos a Bombay era de noche y el escenario era como una variación de una escena de uno de los famosos grabados de las cárceles de Piranesi, un grabador italiano del siglo XVIII. Esto es porque los edificios se veían medios torcidos, con ventanas y balcones destartalados -- todo a media luz o en charcos de tinieblas o en una
obscuridad profunda. Vimos cómo gente (de todas edades) dormía sobre los pavimentos dondequiera: al lado de los rieles del ferrocarril, de los mercados, en esquinas olvidadas o bajo puentes. Era algo impresionante, algunas personas hasta habían sacado catres a la calle para dormir en un calor asfixiante. Luego estaban los olores: la contaminación de más de cien mil taxis, más coches y combis, de verdura podrida, de aguas residuales, y luego de mar entremezclado con el olor de camarón y pescado seco con algo de paloma y cuervo y de especies masala.
La mañana siguiente vimos cómo la miseria está presente en cada instante, al lado de cosas lujosas. Hay tantos pordioseros, pero también tantos pobres trabajando y tratando de ganarse unos centavos a diario como sea. A pesar de la pobreza los mendigos no se enojan ni lo insultan a uno como en muchos países. No amenazan a nadie, más bien, son dulces y sonríen. Al ver esta mezcla inusual de pobreza y bondad uno se queda atónito. ¿Por qué somos tan egoístas y poco sabios? Pensé: lástima que la mayoría de los gringos no puedan ver esto para darse cuenta de lo dichosos que son y dejar de quejarse por todo y por verse como si fueran víctimas. ¡Somos unos consentidos y no sabemos lo bien que estamos a pesar de la crisis actual!
India es un país enorme en potencia. Tiene paisajes totalmente distintos y varias religiones, idiomas y riqueza natural, al igual que una población pululante cada vez más educada. Por el momento parece que una tolerancia brota del aire y mucha gente convive con cierta serenidad y aceptación de su realidad a pesar de infinitas desventajas. Por supuesto hay corrupción, odios y enemistades, como en cualquier sitio. Visitar este país tiene una dimensión mística, aunque uno no vaya en plan de visitar a un gurú o un ashram. Hay algo profundo que se respira al estar en ese país, es difícil de explicar pero lo marca a uno y permanece con uno un buen rato.
Los portugueses fueron los primeros en llegar a colonizar esta parte de la India a finales del siglo XV, en su búsqueda por especies en lo que sería una carrera de expansión entre reinos europeos. Al final, los británicos, con su East India Company, serían los que tomarían posesión sobre la mayor parte de esta enorme región asiática y permanecerían allí hasta 1945. Una pequeña colonia portuguesa, llamada Goa, permanecería en manos lusitanas hasta 1961. Tomamos el tren de noche entre Bombay y Goa un viernes y amanecimos en una estación con arquitectura curiosamente familiar, con un techo de tejas y jardines ordenados. Luego fuimos a Panaji, la capital de Goa, que aún tiene edificios de khanes, líderes musulmanes que antedatan la llegada de los portugueses, al igual que una gran cantidad de edificios coloniales. Además, aún cuelgan docenas de retratos enormes de virreyes portugueses, gobernadores, y hasta presidentes, como Salazar, en el museo principal de este estado. El río Mandovi domina Panaji y este lugar tiene toda la melancolía de cosas portuguesas a pesar de los alegres jardines y casas encantadoras.
Como me dijo Mario Mascarenhas, un romántico sentimental, todo lo tierno y suave de los árabes se quedó con los portugueses, mientras lo peleonero de los árabes se quedó en Iberia. Eso no quiere decir que los portugueses fueron santos. Como en cualquier imperio hubo injusticia y crueldad. Ademas, la largo mano de la inquisición española cometió cantidad de barbaridades entre 1561 y 1812, con una leve pausa entre 1774-8.
Mario, un ingeniero civil, nació en Lisboa y estudió en la Universidad de Michigan, donde fue a estudiar antes de que la India fuera independiente y que Goa se volviera parte de la India. Mario se enamoró de Ann Arbor y de una chica de Alabama. Cuando Mario fue a conocer a la familia de su futura mujer en el sur, viajó por autobús. Al ver que había dos baños en la estación, uno solo para blancos y otro solo para negros, Mario reflexionó sobre cuestiones de racismo. Como jamás se le había ocurrido su color, aunque había visto el sistema estrictísimo de castas en la India, se metió al baño que decía “Whites Only.” Un policía lo siguió y estuvo un largo rato allí vigilándolo mientras se rasuraba. Más tarde, en una salida con la familia de su futura señora, fueron a comer a un gran almacén en Selma. Esta vez Mario decidió meterse en el baño que decía: “Blacks Only.” De nuevo, la escena del policía se repitió, y como el otro, ese no le dijo nada. Simplemente se le quedó viendo, confundido sin saber qué decir o cómo actuar.
A pesar de eso, Mario vivió felizmente en Michigan por muchos años antes de mudarse a Venezuela, donde el gobierno venezolano lo contrató como un experto de subsuelos y petróleo. Su esposa e hijas vivieron allí también y una de ellas, Margaret, es novelista y directora del Centro de las Artes de Goa, un nuevo centro cultural de la región. La última novela de Margaret, entitulada, La desaparición de Irene dos Santos, trata temas inspirados por su juventud en Venezuela. Mario fue un estupendo anfitrión y nos llevó a conocer un antiguo fuerte, Aguda, con unas vistas espectaculares de las bellísimas playas de Candolim. Nos platicó de su familia y de cómo había sido su juventud en Goa, antes de que se hiciera famoso y popular con los hippies y el jet set europeo. Como su adorada, Amalia, la famosa cantante de fado, la música melancólica de Portugal, Mario vive en la nostalgia, escuchando fado, leyendo novelas, meditando en la gran iglesia blanca, Nuestra Señora de la Inmaculada Concepción (1541) que corona la ciudad. Desde su cómodo nido en la cumbre de una colina con vistas sobre los techos rojos y jardines de Panaji, Mario recuerda a sus padres, compañeros de la escuela y su juventud goense y vida americana.
También fuimos a la capital colonial, Velha Goa, que está llena de iglesias masivas e impresionantes, y llenas de tesoros de arte colonial. Esta ciudad fue abandonada en el siglo XVII por epidemias de cólera y malaria, pero la cantidad de iglesias que tiene, demuestra cómo Goa fue el centro administrativo de las colonias portuguesas en el Oriente y África (Mozambique). En una de ellas está el mausoleo de San Francisco Xavier, santo patrón de Goa y co-fundador de los jesuitas y misionero pionero al Japón, entre otros lugares. Peregrinos devotos hindúes visitan su tumba, un féretro plateado en una capilla en la iglesia del Buen Jesús, que esta llena de altares barrocos dorados con estatuas de caras angelicales. A poca distancia hay una colina que tiene una capilla llamada Nuestra Señora del Montedesde donde se pueden ver las iglesias blancas que surgen del verde tropical que colinda el río Mandovi. Sobre el río pasan barcas oxidadas llenas de mineral de hierro paralelos a las salinas de los manglares.

Fuente: Lavozlatinaonline.com

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